¡Qué difícil es estar lejos de la familia o seres queridos, cuando por razones de fuerza mayor hay que partir, o cuando de perseguir un sueño se trata! Tener que irte de tu lugar para formarte académicamente, por trabajo, por razones de salud, por querer vivir una nueva experiencia y tantas otras situaciones que pueden pasar en la vida.
Es una nueva etapa en nuestras vidas, nuevos desafíos, nuevas oportunidades, nuevas relaciones, nuevas amistades, nueva cultura, etc. Todo es nuevo y queremos experimentar y descubrir lo que hay a nuestro alrededor.
Para una persona acostumbrada a las comodidades de una familia (como estoy segura muchas de nosotras) o que no se preocupaba por los quehaceres, solo de sus cosas personales, estar lejos de la familia es un gran sacrificio; más allá de las cosas cotidianas que hay que hacer en una casa, acostumbrarnos a estar solas y lidiar con no tener la presencia de las personas que amamos, es duro (es duro aquí, allá o en la China).
Si las cosas nos van bien, pasamos por alto a quienes amamos, no los llamamos, o ni siquiera nos molestamos en mandar mensajes de texto. Pero cuando la realidad es cruda, cuando no nos va como esperábamos, si las cosas no resultan bien, si nos equivocamos o perdimos el control, de lo que creíamos que teníamos el control, etc, entendemos que por más que tratemos de llenar el vacío, muchas veces la soledad y la angustia de no tener a nuestros seres queridos cerca, nos afecta de tal modo, que todo lo que tenemos que hacer se vuelve más difícil de cumplir.
Nos volvemos vulnerables a cualquier situación que vivamos. Queremos dejarlo todo y correr a buscar lo que dejamos. Es tan grande el deseo de querer estar con los nuestros, que en ocasiones, nuestra vista se nubla y quedamos como ciegos con nuestros objetivos iniciales. Queremos darnos por vencidas.
La buena noticia es que no estamos solos, aunque nos sintamos así. Dios está con nosotras y nos invita a que descansemos en Él.
Todo el sacrificio que estamos haciendo ahora, de privarnos de estar con los nuestros, no es fácil ni agradable, pero hay que tomarlo como un trampolín para alcanzar nuestros sueños, nuestros anhelos y crecer. Y no permitir que la soledad tome posesión de nuestra vida y nos estorbe. No estamos solas, seamos conscientes de que Dios quiere que lo busquemos cuando no podemos continuar el camino y estemos agobiados por la ausencia de nuestros familiares.
A tan sólo dos meses de volver a casa puedo decir que todo el sacrificio ha valido la pena, no hay nada de lo que me arrepienta o piense hice mal, no soy perfecta, pero día tras día doy lo mejor de mi para que ésta oportunidad se convierta en la mejor, desde el primer momento en que abro mis ojos por la mañana doy gracias a Dios por el simple hecho de tenerme aquí, no ha habido día en el que no he aprendido algo, el ser aupair ha sido una escuela para mí, aprendí muchísimo y lo sigo haciendo, caí y me levanté, pero es que de eso se trata la vida de nunca darnos por vencidos.
A diario, me escriben chicas en busca de muchas respuestas, sobre ser o no ser aupair, sobre si dar el paso o quedarse en su zona de comodidad, alejarse de casa o seguir llevando la misma vida y rutina de siempre, inseguridad, ansías al no saber lo que les pueda esperar, miedo a que la familia que escojan no sea la correcta... sino lo intentas nunca lo sabrás, podré dar consejos en base a mi experiencia, pero eso no definirá tu experiencia como aupair, cada historia es diferente por eso atrévete a soñar, lo que sea que decidas, asegúrate que te haga feliz.
NO hay que derrumbar nuestros sueños, hay que derrumbar las barreras que nos impiden cumplirlos
Para mi el ser aupair fue un sueño que hoy estoy viviendo.